martes, 27 de mayo de 2008

El aprendizaje amoroso | Cuenta Cuentos

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El amor no cae del cielo

Un pequeño príncipe y una pequeña princesa, luego de pasar por innumerables pruebas, arduas búsquedas y de soñarse todas las noches por separado, se encuentran y reconocen inmediatamente que son el uno para el otro. Tuvieron entonces muchos hijos y vivieron felices para siempre. Pero así no acaba el cuento, la verdad, a diferencia de lo que nos tienen acostumbrados, este es solo el comienzo de la historia. Qué pasa después del final feliz? Que pasa cuando después del mágico descubrimiento de la otra persona la cotidianeidad obliga a enfrentarse con hechos que no son necesariamente de nuestro agrado? Los pequeños príncipes tendrán que saber lidiar con quien se queda con la última bola de helado, con el sonoro ronquido que retumba en el oído del insomne, con el olor a queso añejo de los pies del príncipe cazador y con el “ruidoso aroma que la princesa, a pesar de sus esfuerzos, no puede contener”.

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El final, sin embargo, es igualmente feliz, pero ya no plantea un amor idílico tal como nos lo quieren hacer creer toda la literatura y cinematografía que consumimos sino un amor real, que implica trabajo, esfuerzo y más amor del que se pueda uno imaginar. “El amor es eterno mientras dura”, dijo un poeta latino y es por eso que tal vez el amor de Romeo y Julieta pasó a los anales de nuestro imaginario, porque no duró más de dos días.

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Esta magnífica historia está bellamente ilustrada y tiene un componente que, por lo general, encanta a los niños, es deliciosamente transgresora.

Título: El aprendizaje amoroso.
Autor: Laëtitia Bourget
Ilustradora: Emmanuelle Houdart
Editorial: FCE
Librería: FCE
Edad: a partir de 4 años
Precio: S/. 32 (podrán encontrar el álbum a fines de junio)

jueves, 22 de mayo de 2008

Las aventuras de Tonino el invisible | Cuenta Cuentos

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La Tragedia de un Deseo Cumplido

Tonino, un niño de diez años como cualquiera, iba acortando la distancia a la escuela paso a paso e incrementando al mismo ritmo sus niveles de angustia. El día anterior fue su cumpleaños y no había hecho sus deberes y, claro, el maestro lo felicitaría pero inmediatamente iba a pedirle la tarea hecha. Es justamente en estos momentos cuando uno debería volverse invisible, pensó Tonino. Apesadumbrado y divagante llegó hasta su carpeta como en trance, sin fijarse ni saludar a nadie y cuando el profesor lo nombró al pasar lista y despertó por fin de su ensimismamiento se dio cuenta que el profesor no lo escuchaba, ni lo veía... ¡tampoco sus compañeros!, ¡se había vuelto invisible!

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Las ideas de futuras travesuras no se hicieron esperar. Todos estarán de acuerdo en que la nueva condición de invisibilidad de Tonino era un regalo del que nadie se cansaría fácilmente pero las cosas no son siempre como uno las espera y más pronto que tarde nuestro héroe no pudo sino sentirse como dentro de una maldición. La soledad es difícil de sobrellevar y Tonino pudo sentir el paladar estragado de saborearla hasta el hartazgo. Solo tuvo un consuelo, una niña de su mismo edificio, era la única en el mundo que podía verlo y oírlo. No es que ella fuese físicamente invisible pero de alguna manera compartía con él un cierto tipo de invisibilidad: era nueva en el barrio, algo diferente al resto y nadie quería jugar con ella.

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Gianni Rodari, uno de los más grandes exponentes de la literatura infantil y juvenil, reconocido con el premio Hans Christian Andersen, el novel de la literatura para niños y jóvenes, tiene no solo un delicioso humor al narrar sus historias sino un profundo respeto por la inteligencia de sus lectores y un magnífico manejo de la imaginación y la fantasía que funcionan como la chispa perfecta para incendiar la creatividad en sus interlocutores. La mención de esta historia es solo ocasional, la intención de la reseña es permitir la introducción de este autor en sus bibliotecas, en un lugar de privilegio además, se los aseguro.

Título: Las aventuras de Tonino el invisible.
Autor: Gianni Rodari
Ilustrador: Juanita Isaza
Editorial: Panamericana
Librería: Crisol
Edad: de 8 años en adelante
Precio: S/. 37

martes, 20 de mayo de 2008

Un punto más a favor de la literatura. | Cuenta Cuentos

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Estimados amigos, hace unas semanas atrás una revista local me pidió que les escribiera un artículo en mi condición de padre. Yo ligué esta condición con el fomento de la lectura porque, en mi paternidad, este aspecto es uno de los que más disfruto. Me rechazaron el texto porque me salió un tanto oscuro y, claro, nadie está muy dispuesto a que le cuenten sobre niños pobres o gente en Irak que vende sus riñones para poder comer. De todas maneras aquí les va.

¿Papá, qué hacen esos niños en medio de la pista? ¿Por qué los dejan allí si los puede golpear un carro? Fueron las preguntas que, no sin una natural cuota de angustia me lanzó mi hija, Lucía, que en aquel entonces contaba con apenas 5 años. Y claro, uno que ya bordeaba los 40 y que ha vivido y viajado en este país todos esos lustros, ha incorporado perversamente en su cotidianeidad, como parte del paisaje urbano, todas las apocalípticas escenas imaginables que nos ofrece nuestra madrastra patria. Ustedes me dirán que en el caso de los niños es aún más automática la incorporación de la tragedia nacional en sus imaginarios ya que desde que han abierto los ojos han visto que las esquinas están pobladas tanto de semáforos como de niños descalzos. Pero supongo que en algún momento el contraste de la realidad con el edulcorado y perfecto mundo que nos presenta Barnie es tan fuerte que abre la posibilidad del cuestionamiento.

Uno como padre se enfrenta entonces con varias disyuntivas: primero, entre la necesidad de comunicar un tema ciertamente complejo con muchas aristas que está lleno de conceptos y terminología de difícil digestión con la necesidad de ser claro, simple y directo ya que nuestro interlocutor es un niño de 5 años y; segundo, entre la obligación de dar respuestas y de acompañar el despertar de una conciencia crítica con esas ansias sobreprotectoras que nos detienen la mano cuando estamos a punto de arrancarles la venda de los ojos y mostrarles un mundo ciertamente doloroso. Pero, en definitiva, la necesidad de “pincharles la burbuja”, en algún momento, se vuelve tan imprescindible como complicada.

Entonces el semáforo se pone en verde, pongo primera, y nos damos un respiro emocional, por unas cuadras, hasta la siguiente intersección. Arranco también con mi disertación, que como una analogía del manejo por esta caótica ciudad, está llena de baches, paradas bruscas y sobresaltos. Y claro, temas como la reproducción de la pobreza o la inequidad en la redistribución del ingreso no son aspectos abordables en la conversación por su nivel de complejidad. Todo termina derivando naturalmente en disquisiciones éticas como la solidaridad, la tolerancia y la responsabilidad por el otro, que, es cierto, permiten mayor soltura en la explicación, pero que tampoco son de fácil comunicación. Podrán creerlo o no, pero quien vino en mi ayuda no fue otra que la “literatura”. Hacía solo unas semanas habíamos leído un álbum ilustrado, parte de nuestro ritual diario antes de que Lucía cierre sus ojos y descanse de sus siempre agitados días, que se titula “La Isla”, (la reseña del cuento podrán encontrarla en este blog). Pero para que puedan entenderme prefiero ofrecerles igual una semblanza del cuento y puedan así hacerse una idea del importante recurso del que les estoy hablando.

La historia comienza cuando un naufrago pisa tierra firme y la primera constatación que hace es que los isleños que lo reciben son muy diferentes a él. Su frágil contextura contrasta con el tamaño y corpulencia de sus “anfitriones”. Para los lugareños, la diferencia en la fisonomía del náufrago, así como su sola condición de extranjero, eran suficientes motivos para alimentar ese profundo miedo por lo desconocido que se tradujo casi inmediatamente en hostilidad. Es así que deciden enviarlo a un extremo de la isla, alejado del pueblo, y encerrarlo en un viejo corral de cabras. Luego de unos días, empujado por el hambre, el naufrago decide escapar de su prisión para aventurarse en el pueblo en busca de comida. Su presencia exacerba el miedo y el rechazo en los pobladores. Ahora, por más distanciado que lo mantengan, el miedo ha logrado introducirse en la mente de cada uno de los isleños: “si no terminas la sopa vendrá el naufrago y te llevará”, advertía una madre a su hijo. No pasa mucho tiempo para que la situación se vuelva insostenible y es entonces que deciden regresar al naufrago al mar. Las posibilidades de que se salve eran remotas, pero el futuro de la comunidad isleña no era más esperanzadora que la de éste: elevan una enorme y amenazadora muralla alrededor de la isla y queman la única barca que utilizaban para la pesca, condenándose a vivir encerrados.

Pero si el mensaje del texto es bastante duro no lo es menos la narración gráfica. Las ilustraciones, en blanco y negro, son de una expresividad que no oculta la violencia de la historia, remitiéndonos a la obra pictórica “El Grito”, de Munch, o a los dibujos de la película “The Wall”, de Pink Floyd. Así, el álbum ilustrado en su conjunto, transmite con efectividad conceptos como el de la falta de solidaridad o el miedo que nos deshumaniza, elementos éstos que me fueron de gran utilidad para salir medianamente bien librado de la explicación que me demandaba mi hija.

“¿Lucía, te acuerdas del cuento “La Isla”? Bueno, es más o menos así como funciona: la gente tiene miedo de aquello que amenaza con cambiar su forma de vida y reacciona de mala manera”. Y claro, el concepto esta vez fue entendido a cabalidad. Pero no sólo por que la historia tiene la virtud de explicar un idea compleja sino, y especialmente, porque en esta transmisión se involucran una serie de sentimientos y emociones. Es así como funcionamos, tengamos la edad que tengamos, incorporamos y fijamos como conocimiento aquellas cosas que logran emocionarnos, que nos provocan sentimientos intensos, no importa si son alegres o tristes.

Nosotros, los adultos, que hemos pasado por un sinnúmero de experiencias, buenas y malas, tenemos un acervo de conocimientos muy bien fijados que nos permiten comprender y revalorar constantemente la realidad que nos rodea. Los niños no, ya que por su corta edad aún no cuentan con el recurso de la experiencia vivida. Piensen si no en un niño de 12 años que haya leído “Demian”, de Hermann Hesse, y luego en ese mismo niño pero ya como un joven de 17 años, que se encuentre atribulado y temeroso de zambullirse en el mundo adulto de forma independiente, piensen en cómo serían distintas las lecturas. Y es que nuestras experiencias nos permiten captar la realidad de nuestro mundo de una manera más profunda, más comprensiva y total.

Un buen lector, un lector comprometido que sufra y goce con las vicisitudes de los protagonistas de un cuento o novela, que sepa ponerse en los zapatos tanto del héroe como del verdugo, se apropia de alguna manera de la experiencia vivida de los personajes de ficción, la hace suya y la incorpora en su acervo emocional para utilizarla como recurso para su propio beneficio convirtiéndolo así en un transformador creativo de su propia realidad. Es cierto que las cosas importantes de la vida son completamente antipedagógicas, es decir, que nosotros, los padres, no podemos transmitir a nuestros hijos las lecciones de nuestras propias experiencias como se imparte el conocimiento de las matemáticas. De nada nos servirá decirles que el dolor del primer amor no correspondido pasará más rápido de lo que cree, nada evitará que sufra y que experimente en carne propia lo que le toque vivir, y así es como debe ser. Sin embargo, quien tiene mejores posibilidades de ser escuchada, de enseñar y ofrecer recursos útiles para salir mejor librados, es justamente la literatura.

Regresando al cuento de “La Isla” reconozco que funciona perfectamente como la “aguja” que hace explotar una de esas tantas burbujas protectoras en las que gustamos encerrar a nuestros hijos, pero también es cierto que, tarde o temprano, la realidad espera a la vuelta de la esquina con un enorme garrote, y entonces, que mejor que acompañarlos con amor y paciencia en el reconocimiento de un mundo que es maravilloso pero que también puede ser doloroso. Una difícil y apasionante tarea la de ser padre en la que el cariño funciona como un recurso vital, pero en la que también existen otros aliados de enorme utilidad, aliados como la buena literatura.

miércoles, 14 de mayo de 2008

Recomendaciones para una buena lectura. | Cuenta Cuentos

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Aquí algunas breves y más que técnicas, vivenciales, recomendaciones para el momento de la lectura con sus niños. Recuerden que el hábito de la lectura es básicamente un trabajo de los padres, mucho más que el de la escuela o el de cualquier programa del Ministerio de Educación para fomentar la formación de lectores.


1. Siempre que le leemos a nuestros hijos es necesario tener presente que lo que se busca es pasar un momento agradable. Así que cuando veamos que existe mucha resistencia de parte de los pequeños o simplemente están cansados es mejor posponer la lectura para otro momento. La lectura no puede imponerse a la fuerza porque deja en los niños el mal sabor de lo obligatorio, de la tarea árida que no permite evasión alguna.

2. Buscar un momento ideal para lectura que pueda convertirse en una rutina es importante. No ubiquen tiempos en el que la lectura tenga que competir contra el juego diario en el parque o la televisión, (probablemente saldrán perdiendo). Es bastante propicio el momento antes de dormir, uno se encuentra con la disposición de espíritu, (o por lo menos con cierto sosiego luego de un día agitado), para descansar en la cama y leer un cuento. Este espacio le permitirá además al niño identificar que, con la lectura, alarga el contacto que tiene con sus padres y lo mantiene despierto por un tiempo más, (algo por lo que casi todos patalean antes de irse a dormir). Así, poco a poco, el acto de la lectura terminará identificándose con sentimientos de calidez y ternura que ayudarán, entre otras cosas, a fijarlo como hábito.

3. Es importante ir identificando los gustos de nuestros hijos. No es tan sencillo al principio porque los niños pequeños están recién conociendo todas las variedades de estilos y propuestas literarias que se les ofrece. Además, así como se educa el oído para apreciar la buena música, ya sea clásica o salsa, también se puede educar el gusto literario y la apreciación estética que le permitirá luego identificar que hay una gran diferencia entre una ilustración de Chris van Allsburg o Ana Juan y un cromito mal impreso de los Power Rangers. Pero en el trabajo de guía que asumimos los padres debemos dejar siempre abierta la posibilidad de elección de nuestros hijos y ofrecerles aquello que más les atrae y que, con mayor eficiencia, los transporta a mundos donde su imaginación cobra fuerza e ímpetu. A algunos les gustarán los cuentos de seres fantásticos, las historias sobre mitologías, las aventuras, las piezas teatrales, historias referentes al fútbol. biografías o la poesía, (hay gustos para todo). Lo que por lo general tiene una gran aceptación son las historias donde predomina el humor, además, no hay nada mejor para un buen descanso que dormirse luego de una buenas carcajadas. No se pongan exigentes tampoco en la cuestión del formato, algunos grandes lectores empezaron su aventura literaria con cuentos de Gogol pero también con comics como Tin Tin o Asterix, o inclusive, con los ya extintas historietas como Supermán, Linterna Verde o la pequeña Lulú, (que en el caso de Lima, Perú, podrán encontrar a módicos precios en viejos libreros y revisteros del Jirón Amazonas en el centro de la ciudad).

4. Los niños tienen una marcada preferencia por las historias que presentan diálogos. Ahora bien, este recurso debe ser bien aprovechado a la hora de la lectura modulando la voz para que el oyente identifique con claridad a los diferentes personajes. No se espera que un padre o una madre mantengan registros acústicos perfectos para cada personaje, ya sea Ricitos de Oro o Papa Oso, pero una modulación que permita una leve diferenciación ya es algo. Ahora bien, la voz debería cambiar no solo en función de los personajes sino también con las circunstancias concretas de la historia narrada: una voz grave y pausada impregnada de imperceptibles silencios mientras contamos cómo el príncipe saca la mano por debajo de la cama para arrancarle una pluma al ogro, es el ticket perfecto para transportarlos a un mundo mágico. Leer en voz alta es un arte que se va mejorando poco a poco, (permítanse escucharse cuando leen y disfrutar de ir haciendo los arreglos que crean convenientes). ADVERTENCIA: si bien una buena lectura puede hacer reír y gozar a nuestros niños también podemos arrancarles gritos y llantos de miedo, por lo que debemos manejar con mucho cuidado ciertos excesos histriónicos que exacerben las escenas de mucha tensión. Cada padre conoce a su hijo y deberá calibrar su lectura en función de la sensibilidad de su pequeño.

5. Es recomendable que la madre o el padre puedan leer antes el cuento. Hacer un rápido reconocimientos por ese maravilloso laberinto de signos que es el texto nos permitirá manejar un adecuado ritmo en la lectura donde las palabras caigan una a una como frutas maduras, evitando tropiezos y entrampamientos.

6. En todo texto habrán muchas palabras esperando ser descubiertas por los nóveles lectores, algunas las dejarán pasar pero otras despertarán su curiosidad y no podrán evitar preguntar por su significado. Creo que es importante, aunque se pierda el ritmo de la lectura, detenerse a dar las explicaciones del caso. Pero este momento no tiene porque ser una metódica y aburrida consulta del diccionario, muy por el contrario, puede ser una oportunidad para el juego dirigido y fungir, incluso, como un descanso a la natural tensión que nos genera la lectura. Si por ejemplo, estamos leyendo el “Viajero del Alba”, el quinto libro de Narnia, que es una aventura eminentemente marina y nuestro hijo nos pregunta que es la “proa”, podemos cerrar el libro y delinear con polos, chompas y medias en el piso la cubierta de un barco imaginario que nos permita enviar a nuestro pequeño marinero, con gritos de capitán en medio de una tempestad, a izar la vela de popa, a amarrar las cuerdas de estribor y a asegurar el ancla de proa. De esta manera incorporarán en su vocabulario estos nuevos términos con mucha facilidad y no necesitarán que se los vuelvan a mencionar, porque la letra que con juego entra, se imprime a fuego en la memoria.

7. Pero no siempre es tan fácil, muchas veces nos veremos en la dificultad de explicar conceptos abstractos de significación compleja. En estos casos las lecturas pasadas de cuentos e historias representan un gran insumo, lamentablemente subutilizado, para apoyar las explicaciones del caso. El álbum ilustrado “La Isla”, por ejemplo, reseñado en este blog, nos habla del temor de un grupo de hombres a lo diferente y de cómo ese miedo desemboca en agresión y violencia; pero lo maravilloso del caso es que la obra comunica como un todo, la palabra precisa y bien utilizada acompañada de excelentes ilustraciones que, en conjunto, nos mueven sentimientos y enriquecen el intelecto. De esta manera cuando, también a raíz de un cuento, mi hija me preguntó sobre el significado de la palabra “marginación”, el traerle a colación el cuento “La Isla” me permitió una explicación más fácil y profunda de dicho concepto. Y es que no solo le recuerdas la explicación intelectual del término sino que traes a su memoria, como un volver a vivir, los sentimientos de angustia, frustración y temor que debieron haberse activado en ella al leer el cuento en mención. La emoción y la movilización de sentimientos le presta así un inestimable favor al desarrollo intelectual y cognoscitivo de nuestros niños.

Espero que estas recomendaciones que nacen de la experiencia que hemos venido acumulando en estos años de lectura, les sean de utilidad. Lucía y yo les deseamos, de todo corazón, que disfruten sus cuentos.

El Cuento de la Oca Carlota | Cuenta Cuentos

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Una oca un poco “gansa”

La Oca Carlota estaba realmente ofuscada por que la granjera siempre hurtaba sus huevos para dárselos a una gallina para que los empollara. ¡Habrase visto! Una gallina recibiendo el alumbramiento de unos patitos. Esa situación tenía que parar y fue entonces cuando Carlota decidió buscar escondrijos para poner sus huevos hasta juntar los suficientes que merecieran ser empollados. Pero, pobre de ella, siempre se los encontraban. Con una determinación a prueba de balas decidió remontar los linderos de la granja y satisfacer su instinto maternal. Encontró entonces una pendiente para tomar viada y levantar vuelo. Ya por encima de los árboles logró divisar un claro donde aterrizó justo a los pies de un elegante caballero que leía el periódico. Sentado sobre su larga y lustrosa cola con unos largos bigotes en un alargado hocico entabló conversación con la incauta y con finas y estudiadas maneras logró conquistar su confianza.

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Le ofreció su casa para que empollara, además de un enorme lecho de plumas, (del que Carlota no desconfió), y esperó con paciencia la puesta de los huevos para el atracón final. Beatriz Potter, Inglaterra 1866, es considerada un clásico de la literatura infantil y sus cuentos, que ella misma ilustraba, han sido disfrutados por niños de quince lenguas distintas alrededor del mundo. Sus historias guardan el espíritu del cuento antiguo, cierta musicalidad y tensión literaria diferente a los cuentos contemporáneos, (más parecidos a los de Arnold Lobel); pero no por eso dejarán de captar la atención de los pequeños lectores, que podrán disfrutar de la sensación que ofrece la adrenalina corriendo por sus jóvenes venas.

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La edición merece una mención aparte ya que en tanto ha respetado el formato y la diagramación originales uno tiene la sensación de estar manipulando una pequeña reliquia de cien años de antigüedad.

Título: El Cuento de la Oca Carlota
Autor: Beatriz Potter
Editorial: Debate
Librería: Crisol
Edad: de 2 años para adelante
Precio: S/. 25

jueves, 8 de mayo de 2008

Mi mamá | Cuenta Cuentos

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Que Viva Nuestra Mamá.

El cuento no es necesariamente una historia articulada alrededor de un argumento elaborado. Es más, es una secuencia lineal de imágenes a página entera con textos cortos donde se da cuenta de porque una mamá es siempre una súper mamá. “Mi mamá es una fantástica cocinera”, “y una excelente malabarista”o “la mujer más fuerte del mundo”. El caso es que los textos van acompañados de ilustraciones muy al estilo de Anthony Browne, su autor, es decir, con un gran sentido del humor gráfico y con una serie de guiños al lector infantil que siempre hacen de la lectura de sus álbumes una alegre experiencia.

Así, vemos la imagen de un tierno gatito cuando nos dice que su mamá es muy suave o la cara de un adusto rinoceronte cuando nos quieren referir que la mamá es muy enérgica. Pero el valor del libro radica también en que encierra un concepto claro y contundente: la importancia de una persona que sabe querer bien y cuyo amor fija en todas las personas las bases fundamentales de su felicidad futura.

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El libro es un homenaje a todas las madres y todas pueden verse reflejadas en más de una de las páginas del álbum, o mejor aún, todas pueden constatar que es así como las vemos nosotros. Así que ahora que celebramos el día de la madre que mejor que reemplazar la trillada tarjeta de felicitaciones por este maravilloso, divertido y amoroso cuento que cumple exactamente las funciones de una tarjeta pero enormemente potenciada.

Título: Mi Mamá
Autor: Anthony Browne
Editorial: FCE
Librería: FCE
Edad: de 0 a 99 años.
Precio: S/. 35